Recordará sus primeros años, castigados por el hambre y el frío; las quemaduras negras del carbón que marcarían su vida, cuando el hombre que vivía con su madre se lo llevó a las sierras para enseñarle el oficio; la huida del pueblo donde había nacido, el día en que su abuela y su madre ya descansaban juntas bajo el mismo montón de tierra. Su llegada a Torrecilla de los Valles y su matrimonio con la viuda Teresa, unión ventajosa por la que lograría llenar la faltriquera de cuartos, pero nunca el afecto de la esposa esquiva; el abandono de los hijos que con ella engendró…
Y como único recuerdo indulgente, aquella tarde que, a lomos de su caballo blanco, descubriría a la bella Eloísa en el arroyo, golpeando la ropa contra las piedras, y sus destinos se unirían hasta la muerte.
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