Quienes hollamos las calles de Toledo hemos recibido de nuestros antepasados una herencia que no podemos sino admirar, aunque a veces nos abrume su grandeza. El abnegado esfuerzo de muchos dio frutos en forma de novelas, lienzos, piedras labradas, tradiciones orales…

Nuestro deber es continuar tan noble labor y no servirnos de ella sin aportar nada nuevo. También hay otra razón insoslayable: el amor, quiérese decir, el amor por Toledo. Todo aquello con lo que podamos contribuir para ensalzar el “dulce nombre de Toledo" no es más que una necesidad desinteresada, porque Toledo es, como la madre naturaleza, nuestra madre. Amamos Toledo y no esperamos nada a cambio.

Quienes han de venir contribuirán con sus desvelos al mismo propósito, así pues, que nadie pueda decir de nosotros que no velamos.


20/3/20

¡HASTA LA DESESPERANZA SE CANSA UN DÍA!

Editorial Ledoria se complace en anunciarles la publicación del libro LAS CRUZADAS (SIGLOS I-V d.C.), de Federico Dilla y Consuelo Sánchez-Castro.

Agarremos el zurrón y procedamos a llenarlo de acontecimientos a los que echar la culpa de lo presente. Hace dos mil años, en el amanecer del primer siglo, el mundo estaba gobernado por el poder de Roma. Después de una época convulsa llena de golpes militares, de asesinatos, de guerra civil y de luchas por el poder, el Imperio Romano salió fortalecido. Sus dominios llegaron a extenderse desde Gran Bretaña hasta el norte de África y desde España hasta las fronteras asiáticas, abarcando cientos de lenguas y distintas religiones. Su capacidad de asimilación de tan diversas culturas puso las bases de la civilización occidental. Millones de personas jugaron su papel en el asombroso crecimiento de Roma. Por encima de todos estuvo César Augusto. 
Nacido en época de crisis y criado en mitad de una guerra civil, Augusto, personifica a la gente que gobierna. Es un personaje contradictorio: capaz de la violencia más brutal y de la compasión más tierna. Es un personaje influyente que forja la imagen de la grandeza de Roma.
La autoridad en la Iglesia durante el siglo I fue ejercida por los apóstoles mientras vivieron. En Jerusalén, tal como cuenta el Libro de los Hechos, los Doce apóstoles iban resolviendo los problemas bajo la guía de Pedro. El día de Pentecostés en Jerusalén, ante los peregrinos judíos reunidos con ocasión de la fiesta, Pedro proclamó la Buena Nueva y se hicieron bautizar tres mil personas. ¡Había nacido la Iglesia misionera! Poco tiempo después, la comunidad de Jerusalén contaba con unas quince mil personas.